miércoles, 15 de febrero de 2012

Cuentos infantiles

EL SUEÑO DE ELENA

Elena
 y Diego eran dos hermanos que vivían en una casita en lo alto del bosque.
Vivían allí porque su padre Juan se dedicaba a cuidar del bosque, plantaba árboles, cogía la resina que salía de ellos, limpiaba las ramas del suelo y las usaba para calentarse en el invierno, daba de comer a los animales… y muchas cosas más.
Juan disfrutaba mucho viviendo en el bosque y contribuyendo con su trabajo a que este planeta nuestro, el planeta Tierra, fuera un lugar cada vez más habitable y más limpio para todos sus habitantes, y también para las generaciones futuras.
Pero Diego y sobre todo Elena, no estaban tan contentos de vivir en el bosque tan lejos de sus amigos, de las tiendas donde poder comprarse chuches, y de todas las atracciones que hay en la ciudad.
Un caluroso día de verano, Elena se durmió después de comer y empezó a soñar. Un hada apareció junto a ella y le dijo:
Hola Elena, yo soy tu hada madrina y te puedo conceder un deseo si tú quieres.
La cara de Elena de pronto se llenó de alegría y sin pensárselo dos veces le contó cuál era su sueño, quería vivir en la ciudad, como tantos otros niños para poder ir al circo, al teatro, y poder comprarse muchas chuches, casi todos los días.
El hada madrina la escuchaba con mucha atención, y después de reflexionar un tiempo, que a Elena le pareció eterno, le dijo:
-Mi querida Elena, yo te puedo conceder este deseo, si es lo que más quieres en el mundo, pero yo no quiero que ningún niño se sienta triste por un deseo que un día pidió. Porque si tú te vas a la ciudad, tienes que pensar que no podrás disfrutar tanto del bosque, de los animales que allí viven, ni de las plantas y flores que allí crecen, ni del aire puro que allí se respira, ni podrás ver a tus padres y a tu hermano tanto como a tí te gustaría, y eso te va a poner muy triste.
Entonces, Elena comprendió que en esta vida no se puede tener todo, y comprendió también que la verdadera felicidad consiste en aprender a valorar y agradecer lo que se tiene.
No obstante, el hada madrina, como era tan buena, le concedió el deseo, solo por 3 horas, las suficientes para que Elena fuera al circo, a los columpios y al teatro, y se comprara un montón de golosinas. Se lo pasó bomba, pero justo al cabo de 3 horas, tenía ganas de volver a ver a sus papás y a sus otros amigos del bosque y le dijo al hada:
-Muchas gracias hada buena, por hacerme pasar estas horas tan divertidas, pero ahora quiero ir al bosque, a encontrarme con mi familia y mis amigos porque los echo de menos y hubiera disfrutado mucho más, si ellos se hubieran divertido conmigo.
El hada, como era tan buena, la llevó nuevamente a su casita del bosque, y en ese momento Elena se despertó, todavía un poco sorprendida por la multitud de experiencias que había vivido durante la siesta.
Cuando mamá preparó la cena y todos se sentaron alrededor de la mesa, Elena les contó su sueño y les dijo a su mamá y a su hermano, que les quería mucho, que les quería tanto, que aunque el hada le hubiese concedido todos los deseos del mundo, nunca, nunca, se separaría de ellos, porque había comprendido quela verdadera riqueza es querer lo que se tiene, y no desear lo que no se tiene, y que el cariño y el amor de las personas que nos quieren no se puede cambiar por ningún deseo del mundo.
FIN!!! :)





   LOS TRES CERDITOS

   Había una vez tres cerditos que eran hermanos y se fueron por el mundo a conseguir fortuna. El más grande les dijo a sus hermanos que sería bueno que se pusieran a construir sus propias casas para estar protegidos. A los otros dos les pareció una buena idea, y se pusieron manos a la obra, cada uno construyo su casita.
La mía será de paja – dijo el más pequeño-, la paja es blanda y se puede sujetar con facilidad. Terminaré muy pronto y podré ir a jugar. El hermano mediano decidió que su casa sería de madera: – Puedo encontrar un montón de madera por los alrededores, – explicó a sus hermanos, – Construiré mi casa en un santiamén con todos estos troncos y me iré también a jugar.
El mayor decidió construir su casa con ladrillos. – Aunque me cueste mucho esfuerzo, será muy fuerte y resistente, y dentro estaré a salvo del lobo. Le pondré una chimenea para asar las bellotas y hacer caldo de zanahorias.
Cuando las tres casitas estuvieron terminadas, los cerditos cantaban y bailaban en la puerta, felices por haber acabado con el problema: -¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo, al Lobo! – ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo Feroz!
Detrás de un árbol grande apareció el lobo, rugiendo de hambre y gritando: – Cerditos, ¡me los voy a comer! Cada uno se escondió en su casa, pensando que estaban a salvo, pero el Lobo Feroz se encaminó a la casita de paja del hermano pequeño y en la puerta aulló: – ¡Cerdito, ábreme la puerta! – No, no, no, no te voy a abrir. – Pues si no me abres… ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! Y sopló con todas sus fuerzas, sopló y sopló y la casita de paja se vino abajo.
El cerdito pequeño corrió lo más rápido que pudo y entró en la casa de madera del hermano mediano. – ¡Quién teme al Lobo Feroz , al Lobo, al Lobo! – ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo Feroz! – cantaban desde dentro los cerditos muy asustadizos. De nuevo el Lobo, más enfurecido que antes al sentirse engañado, se colocó delante de la puerta y comenzó a soplar y soplar gruñendo: – ¡Cerditos, abridme la puerta! – No, no, no, no te vamos a abrir.
Pues si no me abrís… ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! La madera crujió, y las paredes cayeron y los dos cerditos corrieron a refugiarse en la casa de ladrillo de su hermano mayor. – ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo, al Lobo! – ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo Feroz! – cantaban desde dentro los cerditos. El lobo estaba realmente enfadado y hambriento, y ahora deseaba comerse a los Tres Cerditos más que nunca, y frente a la puerta dijo: – ¡Cerditos, abridme la puerta! – No, no, no, no te vamos a abrir. – Pues si no me abrís… ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré! Y se puso a soplar tan fuerte como el viento de invierno.
Sopló y sopló, pero la casita de ladrillos era muy resistente y no conseguía derribarla. Decidió trepar por la pared y entrar por la chimenea. Se deslizó hacia abajo… Y cayó en el caldero donde el cerdito mayor estaba hirviendo sopa de nabos. Escaldado y con el estómago vacío salió huyendo hacia el lago. Los cerditos no lo volvieron a ver. El mayor de ellos regañó a los otros dos por haber sido tan perezosos y poner en peligro sus propias vidas, y si algún día vais por el bosque y veis tres cerdos, sabréis que son los Tres Cerditos porque les gusta cantar: – ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo, al Lobo! – ¡Quién teme al Lobo Feroz, al Lobo Feroz!

No hay comentarios:

Publicar un comentario